30 abril, 2013

Les mascaras (pronunciar mascagá)

Los  blogs de belleza o maquillaje reconozco que me tuvieron enganchada durante algún tiempo… Que si novedades por aquí, imprescindibles por allá, caprichos por el otro… Vamos que me tuve que comprar la Naked 2 porque creía que de veras me faltaba algo en el cuarto de baño…
Ahora veo que tengo acumuladas algunas cosas y me consuelo pensando que no todas son para lo mismo. Por ejemplo las máscaras de pestañas, con la lectura de tantas reseñas, ahora ya sé que algunas son para el volumen y otras para la longitud de las pestañas, pero como no sé qué efecto me gusta más me doy un día una y al siguiente la otra. Tampoco te van dejando los mismos restos al cabo del día, ni se desmaquillan igual, así que se van sumando criterios a la hora de decidir cuál darme.

Dos L'Oréal, dos Kiko, Chanel, Benefit, Sephora... sí, a veces soy consciente de la cantidad de artificios con los que acabamos viviendo.

El mantón de Manila, de Kees Van Dongen


El mantón de Manila, de Henri Matisse

Kate Moss por Juergen Teller
















29 abril, 2013

Saison


El libro de la japonesa del que os hablaba ayer, me ha llevado a escribir esta entrada sobre el último descubrimiento de restaurante japo en Niza....

La oferta de restaurantes japoneses, con propietarios chinos o no, era ingente en París. Encontrabas todo lo que te apetecía; sushi, sopas de fideos udon o soba, donburis, bollos de judías rojas (estilo conchas de Codan, pero con un relleno de pasta de judías)...
Todo estaba al alcance en la zona japonesa, alrededor de la rue Sainte Anne, en el 2ème arrondissement, que no nos pillaba lejos de la maison... (suspiro)

En Niza no lo echamos de menos, porque aunque no hay uno cada 5 metros, aquí también hay sitios muy buenos, más o menos auténticos.

El que de momento nos tiene encandilados es Saison. Llegamos allí sin saber muy bien qué esperar, el franchute enganchao al móvil, as usual, y enseguida el trato a la japonesa y la tranquilidad de la sala nos invitaron a calmarnos. La vajilla japonesa, los palillos de madera esculpida, el reposa palillos también, la tetera que pesaba un quintal... Cuando salimos de allí y vimos la cantidad de tiempo que habíamos pasado cenando nos sorprendimos porque no vimos pasar los minutos.
No comimos sushi, pero el carpaccio de dorada nos impactó, las verduras en tempura fueron suculentas, el donburi de salmon delicioso y el tiramisú al té verde buenísimo. Me convenció menos, aunque al franchute le encantó, una yema de huevo que nos trajeron como entrante, creo que encurtida, porque estaba entre líquida y dura y flotando en un liquido dulzón frío, nunca había comido algo así y no me esperaba el resultado en la boca...

Tenían un menú "Japanice" demasiado copioso pero que me hizo sonreír porque el juego de palabras no me es extraño.

Si os interesa o queréis seguir leyendo una reseña en francés este blog lo cuenta fenomenal:


http://www.saison-nice.com/

http://www.saison-nice.com/
SAISON
17, rue Gubernatis
06000 Nice France
T+33 493 85 69 04
Abierto de martes a sàbado, de 12 à 14h y de 19h hasta las 22h
Cerrado los domingos y los lunes
Me encanta la vajilla japonesa; el tacto, estilo, color, es tan diferente de unas piezas a otras, a menudo con irregularidades que hacen que cada pieza sea única. Si algún día viajo a Japón, sé que me sera muy difícil resistirme a estas joyas:






28 abril, 2013

Nââândé!? de Eriko Nakamura

Tribulaciones de una japonesa en París.

Cuando a veces la incomprensión cultural se hace presente, me pregunto cómo dos países vecinos pueden ser tan diferentes... Pero las diferencias franco españolas son minucias comparadas con las franco japonesas.

El otro día el título de este pequeño libro me hizo girarlo y según leía que su autora lleva viviendo 10 años en París me fui dirigiendo a caja.

La palabra Nââândé!? expresa toda la estupefacción japonesa que se dice casi sin voz y no tiene equivalente pero puede traducirse por "Peeero qué es lo que pasa?" o por "Oh, no, ¡¿No es posible?!"

... El taxi que no te quiere coger con la compra, que nadie cante en la discoteca, que las dependientas de un gran almacén te ignoren (nada más abrir porque siguen maquillándose y hablando con las compañeras, o antes de cerrar porque no se quieren complicar), que los camareros sean despiadados, el continuo retraso sin explicación con el que llega la gente con la que quedas... Un sinfín de situaciones que dejan a los japoneses a veces en estado de semi shock y que la autora, antigua presentadora de televisión en Japón, descifra en libros, emisiones y conferencias.

Las 120 páginas se leen de un tirón y me han dejado con ganas de más, estoy segura de que la autora tiene muchas anécdotas más para escribir sobre las continuas sorpresas que depara la llegada de un turista japonés a la soñada e idealizada París.


Ella cuenta que en las urgencias psiquiátricas de un hospital parisino han acabado identificando una extraña enfermedad, "el síndrome de París".
El décalage (desfase/contradicción) es tan grande entre lo que esperan de la Ciudad de la Luz, la más bella del mundo, capital del refinamiento y el romanticismo, y lo que viven, que algunos japoneses son víctimas de alucinaciones (hallucinations ¡con H en francés!) accesos de locura, sentimientos de persecución... Cada año una centena de ellos son tratados, algunos incluso repatriados con urgencia a Japón.

Además de hablar de las primeras impresiones y las diferencias notorias en temas muy diversos (en las tiendas, el metro, el médico, los restaurantes...) también describe las diferencias culturales (la pareja, la educación de los niños, las cenas de amigos...) En resumen, un condensado de realidad francesa lejos de los estereotipos... Con el pudor japonés y su búsqueda por no hacerse remarcar frente al hedonismo y la desenvoltura parisina. À lire très vite!

Eriko y su marido franchute Charles-San

27 abril, 2013

Yves Klein

Dicho y hecho.

Yves Klein, pintor francés nacido en Niza en 1928, falleció de un ataque al corazón sin haber cumplido los 35 años en 1962. Se considera que su obra revela una concepción nueva de la función del artista, ya que entendía que la belleza existe antes de que el artista intervenga.

Klein, judoca de nivel (4° dan), consideraba el judo como su primera experiencia de "espacio espiritual".

Sus primeros monocromos sirvieron para decorar su escuela de judo, pero a partir de 1957 y tras un viaje a Asís, donde descubrió los cielos pintados por Giotto, el azul se convirtió en su color de predilección y vio en él un aura espiritual que no conseguía con otros colores.




"Toutes les couleurs amènent des associations d’idées concrètes matérielles ou tangibles d’une manière psychologique, tandis que le bleu rappelle tout au plus la mer et le ciel. Ce qu’il y a après tout de plus abstrait dans la nature tangible et visible" ( L’architecture de l’air, Conférence de la Sorbonne, 1959).

Quiso impregnar de mística la realización de sus obras. Entre 1955 y 1962 realizó casi 200 monocromos, en variedad de soportes, formatos y texturas. De sus investigaciones consiguió un pigmento azul particular con una fórmula original que en 1960 fue patentada y bautizada como International Klein Blue, con una profundidad violácea que le da una profundidad misteriosa y que lleva a pensar en un azul espacial; enlazado con el cosmos.
El azul, pasó a formar parte de una trilogía con el dorado y el rosa completando multitud de obras.





Las antropometrías, también llamadas "la técnica de los pinceles vivientes", fueron el resultado de las performances que realizaba en público con modelos a las que untaba el cuerpo de pintura y a las que indicaba cómo impregnar los lienzos, en medio de músicos e invitados. 




En el MAMAC, el Museo De Arte Moderno y Contemporáneo de Niza, te explican que poco después de una de estas performances, fue muy criticado y que los nervios, el estrés y la incomprensión le provocaron primero un amago y luego el infarto que acabó con su vida...


26 abril, 2013

Alma de cántaro

El otro día me sorprendí diciéndole mentalmente a un conductor algo nervioso, "alma de cántaro dónde vas..., no ves que con el autobús no te queda espacio para adelantaaaarrr"


Pensé en la de tiempo que debo de llevar sin oír a alguien utilizar una expresión así para que me sorprendiese.
Luego quise imaginarme cómo se podría traducir al francés, ja ja ni lo intenté, aún para alguien que entienda el español y no haya oído nunca la frase debe sonarle raro, como para buscar expresión equivalente…
Al franchute cada vez le hablo más en español pero quizás no me entienda todo o no de la forma en que me entendería alguien en castellano, o alguien de mi pueblo o alrededores..., porque no basta con el idioma, las connotaciones son tantas… Me encantan los refranes y las palabras que hacen diferente a cada persona y que forman parte de su acervo lingüístico. 

Sé de sobra que mi voz, mi expresión, mi entonación y mi forma de hablar no pueden sonar igual en los dos idiomas. Un cura, que por cierto era inglés, con el que hablamos durante nuestra preparación al matrimonio nos dijo que era muy importante que los dos habláramos en los dos idiomas, porque una persona nunca puede llegar a conocer a su pareja (si es que eso en absoluto es posible) si no es capaz de entender su lengua materna. Aquello supuso un cambio, hasta entonces yo le hablaba sobre todo en francés porque sabía que así no tendría que repetirme.  
Conozco sin embargo muchas parejas en las que uno de los dos no entiende el idioma del otro, y lo que es peor, ni le interesa. Supongo que encuentran el equilibrio en otras cosas y les admiro por ello, pero yo no quiero dejar de seguir aprendiendo expresiones en francés y no quiero que el franchute deje de pedirme las explicaciones cuando no entiende el español.

25 abril, 2013

La Villa Kerylos

Hace unos días me propusieron ir a ver una exposición sobre el nacimiento de la escritura en el Mediterráneo, además de apetecerme ver a la amiga que me lo propuso, también quería conocer por fin uno de los sitios más curiosos de la Costa Azul, la Villa Kerylos, un palacio en homenaje al mundo griego que el erudita Théodore Reinach hizo construir sobre un saliente de tierra en Beaulieu-sur-Mer entre 1902 y 1908. En aquellos años de plena innovación arquitectural, con la promoción del vidrio y el metal, su deseo fue algo extravagante. Pero la Costa Azul era el lugar de todos los excesos, donde se reunía una rica sociedad que vivía de fiesta en fiesta; monarquías, fortunas ancestrales, burgueses enriquecidos por la industria y el comercio... y sus construcciones a cada cual más ecléctica se fueron sucediendo de forma natural.

Sin embargo el proyecto de Théodore Reinach difiere de los demás caprichos millonarios porque se trató del primer proyecto de recrear una vivienda de la Grecia antigua.

Le puso el nombre de Kerylos, que en griego significa golondrina de mar. Pero más allá del aspecto poético y la situación del terreno, el emplazamiento no facilitó la realización del proyecto. La parcela de terreno era exigua, el desnivel importante y quedaba muy expuesta a los elementos: viento, mar y sol.

El arquitecto, Emmanuel Pontremoli tuvo además que tener en cuenta la personalidad del comanditario y sus costumbres. Théodore Reinach tenía 6 hijos de dos matrimonios y quería que todos residieran en la casa. Además contaba recibir a menudo a sus familiares y conocidos.

Si la civilización de la Grecia helenística era esencialmente urbana, aquí la mansión se encuentra aislada de todo, pero respeta el repliego sobre sí misma y organiza la vida en torno al patio interior o peristilo. Habitaciones para invitados, baño, biblioteca, salón de música, comedor… Maderas, mosaicos, mármol, pinturas murales se alternan de una estancia a otra. No le falta detalle, hasta los muebles, ligeros y desmontables, respetan la tradición griega, todo en una harmonía muy lograda con el azul del cielo y del mar asomando por cada rincón., en la que toda manifestación de modernismo ha sido olvidada. Salí de allí con el espíritu renovado, tengo que volver, porque el sitio además de interesante por su historia tiene unas vistas espectaculares...