28 julio, 2015

À la plage

La semana pasada mientras estábamos en la playa pasó una fotógrafa, proponiendo hacer unas fotos a las niñas. Yo estaba con Carmen en la orilla y María en el agua con su padre, que no quiso ni acercarse cuando sintió que me apetecía que les hicieran unas fotos.




Carmen siguió jugando en la arena mientras fijaba el objetivo.La fotógrafa quiso que posáramos los cuatro, pobre, no imaginaba lo arisco que puede llegar a ser tras el aspecto de bonhomía. Lo único que pude aceptar de él fue que me dejara recuperar a María, así que me metí en el agua para poder luego tener una foto de las dos. 








Me dejaron la tarjetita con la dirección a la que poder ir a ver el resultado... Y a punto estuvimos ayer de volvernos a Niza sin poder pasar a ver las fotos. Pensé que la fotógrafa había hecho una decena, ¡pero fueron casi cincuenta! Difícil elegir con cuáles quedarme y sin embargo segura del lugar importante que tendrán en sus futuros álbumes de fotos... Tarea pendiente número 1...


26 julio, 2015

Melón

El franchute se rodeó de españoles su año de Erasmus en Londres, aquello debió de ser la semilla que germinó con el tiempo, el descubrimiento para él de unas relaciones sociales intensas y de muchos matices del modo de vida español. 

Entre aquel grupo de amigos, uno de ellos le acogió bajo su ala y tenía por costumbre llamarle melón de forma cariñosa. Me ha contado la anécdota varias veces y me hace bastante gracia. 



Por nuestro aniversario de boda trajo flores a casa pero en lo que está sembrado últimamente y con lo que más me sorprende es con la compra. Se va haciendo un experto. Es algo de lo que no se ha ocupado mucho nunca y si por casualidad iba a comprar, el 80% de las veces volvía con tomates (muy rojos y blandos, los que menos me gustan), latas de maíz en conserva, lechuga, quesos (en plural porque no sabe decidirse por uno solo) y pan. El 20% más, eran compras extraordinarias del estilo papel higiénico, cervezas o vino.

Cuando le decía "trae algo de fruta" aparecía con manzanas, plátanos y  alguna pera. No vienen nunca mal, sobre todo ahora para hacer las compotas de las gallis pero son frutas perennes y casi tristes si se ven solas en el frutero...

Cuando hace poco trajo sandía la sacó de la bolsa como si fuera un trofeo. Yo aún no la había comido este verano y aunque había estado tentada varias veces, por no cargar con más peso (tenemos algunos escalones antes de llegar a casa) no la había comprado, sabiendo que en agosto en España me acabaré hartando de ella. 

La tarde que fuí a visitar a una amiga recién parida le llevé una y pensé en comprar otra de vuelta a casa pero salí de la visita ya de noche.

La semana pasada cenaron en casa mis suegros y en vez de con el consabido helado con el que solemos terminar muchas cenas, apareció con un melón español que sacamos de postre. Ellos siempre nos ponen el melón suyo francés como entrante, así que nuestra cena parecía una confrontación de culturas... Dijeron que no les importaba comerlo de postre (igual que a mí no me importa comerlo de primero aunque prefiera comerlo después...).

El sábado mientras nosotras fuimos a la pescadería él se encargó del resto de la compra, como un maestro... Mini sandía, melón piel de sapo y otro enorme y muy oloroso melón francés. Le di la enhorabuena en cuanto deshicimos las bolsas y ví todo aquello y se lo he estado repitiendo cada vez que nos hemos preparado platazos como éste. 



O este otro:




¡¡¡Ay melón, cómo has cambiado!!!

María y Carmencita se manchan y guarrean pero tampoco dejan parar ningún trozo. ¿Será por ellas lo del cambio? 
 







21 julio, 2015

Comerse y pintarse las uñas

Me mordí las uñas hasta que que empecé a pintármelas, con 14 ó 15 años. Anda que no me compré pintaúñas a 100 pesetas en la tienda del todo a 100 del Alcosto de mi barrio.

Me gustaban los colores más atrevidos y también llevar una uña de cada color. Recuerdo que mi profe de judo flipaba, ahí estaba yo tan bruta para algunas cosas y con las uñas pintadas como si en vez de agarrar un kimono entre los dedos hubiera tenido una cinta de gimnasia rítmica. 
Así he sido siempre un punto de chicazo compensado con alguna que otra coquetería. 

Morderse las uñas es un vicio como otro cualquiera y aunque me rehabilité pintándomelas, lo cierto es que nunca he dejado de querer comérmelas de vez en cuando. Lo hago para darles a veces forma, en vez de utilizar el cortaúñas, me lío mordisquito va mordisquito viene y me las apaño perfectamente. El corte es menos agresivo que con la cuchilla del cortaúñas y puedes ir adaptando la curva del corte mejor que con una tijera. 
La lima es para rematar y casi innecesaria con mi técnica de mordida. Y no, no me atrevo con los padrastros, me limito a tallarlas, no a hacerme daño.

Cuidar de mis uñas, comiéndolas o pintándolas, es una de esas pequeñas cosas totalmente superficiales que me procuran mucha relajación. 

Con media hora por delante, una toalla de mano y todos mis bártulos, consigo un bienestar que tardaría seguro mucho más tiempo en encontrar con cualquier otra actividad.

Esta noche estoy con ello y mientras se termina de secar el esmalte, porque meterse en la cama y que pierdan brillo sería "el mal" hago tiempo y os lo cuento... 


Me he comprado en rebajas esta falda pantalón o jupe culotte de Zara, que hoy estreno con algunas dudas...  no me queda como a la modelo de la web bien sûr y las pinzas no están recomendadas en caderas anchas mais je m'en fous! 













09 julio, 2015

Me ha matar

La lengua francesa como la española no admiten bien las faltas de ortografía, delatan al que las comete y hacen levantar los ojos al cielo de quienes las leen. Todos podemos hacerlas cuando no tenemos cuidado pero yo trato de evitarlas releyendo los emails que escribo en el trabajo o los posts de este blog y buscando la aclaración a las dudas ortográficas que me pueden surgir en algún momento.

En Francia no deja de hablarse bastante de este tema, se culpa al uso del móvil de empobrecer la lengua. A mí me cuesta abreviar en los mensajes, tengo una amiga que se ríe de mi, porque intento seguir acentuando lo que es necesario, perdiendo a veces la rapidez en un vivo intercambio whatsapp, qué le voy a hacer, me cuesta ver una palabra escrita de forma incorrecta… 

El lenguaje lo utilizamos todos los días y alcanzamos cada vez un mayor número de gente, en redes sociales por ejemplo, así que me parece una pena que descuidemos su dominio. Ya os comenté una vez que incluso me gusta ponerme a prueba con el dictado en francés…

Una de las faltas más comunes en francés es la del participio y el infinitivo de los verbos. El primer grupo verbal, el de los verbos acabados en –er, como manger, chanter, danser… Comer, cantar y bailar…
El participio de estos verbos acaba en –é;  mangé, chanté, dansé (comido, cantado, bailado); se pronuncia igual que el infinitivo lo cual es fuente de confusiones y los franceses más descuidados suelen tener problemas…

Como española, es muy fácil hacer la distinción y no caer en este error, a mí me basta con traducir y sé cuál es la terminación que hay que ponerle al verbo pero a ellos les cuesta algo más. Y se ven muchos errores…

Exemples o ejemplos: 





Existe un caso judicial en el que el estudio de la falta de ortografía de la víctima resulto ser un elemento esencial de la inculpación… Es el caso del conocido proceso penal de los años 90 de Omar Reddar.

La víctima, una viuda asesinada en su propia casa, durante su agonía supuestamente escribió con su propia sangre en la pared lo siguiente: Omar m’a tuer. Omar me ha matar…

Omar era el nombre del jardinero y sus abogados defensores utilizaron el argumento de la imposibilidad para la víctima de haber dejado escrita esa frase de acusación con esa falta de gramática (bien escrita, la frase tendría que haber sido Omar m’a tuée - Omar me ha matado).

El tribunal consideró que la víctima sí que podía ser la autora de la frase porque aunque de clase social media/alta, encontraron faltas de ortografía similares en documentos personales, por ejemplo había escrito payer (pagar) en pacturas ya pagadas, cuando respetando la ortografía  habría tenido que ser payée o payé. Pagada o pagado.

El caso ha sido también llevado al cine, pero no os puedo decir mucho más porque no he visto la película.


El Bescherelle es una colección de libros de referencia en todo lo que respecta al aprendizaje de la lengua francesa, yo tuve uno de ellos y me parecía un condensado salvavidas en la época en la que no había mucho más a lo que acudir.
Existe una web bescherelletamere.com con un grupo muy activo en Facebook. Se dedican a poner de manifiesto las diferentes faltas de ortografía en los medios, la prensa, los supermercados, etc...  Cada vez entro menos en Facebook pero si tuviera que quedarme con alguno de los grupos de los que me llegan actualizaciones entre mis favoritos estaría sin duda alguna éste.