Descubrí la fuerza y la belleza de los textos del poeta libanés Khalil Gibran muy pronto, saliendo de la infancia, cuando mi abuela compraba en la librería San Pablo en la plaza de Jacinto Benavente y me dejaba llevarme pegatinas y postales. Las frases de su obra más conocida, El Profeta, acompañarían después todas mis agendas durante el instituto y muchas de sus citaciones las conozco de memoria.
Hace poco he vuelto a copiar uno de sus poemas, que resonó como un gran gong dentro de mi, tanto que me gustaría dejarlo también por aquí.
"Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.
No vienen de ti sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.
Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, porque ellas viven en la casa de la montaña, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no procures hacerlos semejantes a ti, porque la vida no retrocede, ni se detiene ante el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad"
Tus Hijos de Khalil Gibran