El 14 de febrero es el aniversario de boda de mis abuelos, que se unieron en el año 53, un frío día de invierno en el que nevó, algo poco habitual en mi pueblo.
Lo bonitas y románticas que serían hoy las fotos si les hubiera dado por subir a la era y montarse en la trilla...Claro que por aquel entonces no se estilaba lo del reportaje de boda en exteriores, y si lo sigo pensando... sin estar asfaltadas las calles, seguro que se habrían puesto perdidos de barro y las imágenes que me estoy montando son el reflejo de los blogs de bodas de inspiración americana.
Aunque solo vive mi abuela, sus hijas le regalan cada año un bonito ramo. Que con el tiempo la fecha se haya convertido en el Día de Los Enamorados debe hacerla sonreír.
Si estuviera cerca de ella hoy también le cedería la rosa que regalaba una radio de camino a la estación.
No quiero que mi franchute me regale nada hoy, no, de veras que no. No me ha regalado nunca nada el 14 de febrero y vería raro que lo hiciera ahora.
Además el recuerdo de los últimos Reyes está aún presente... El pobre pensaba que gritaría de emoción a la vista del bolso azul marino Lancel (marca clasicona francesa). Pero voy a veces de rebelde y el bolsón me hizo ni chaud ni froid, como además era algo caro para lo infiel que soy yo con los bolsos y lo mal que los trato, lo llevé de vuelta a la tienda.
Los de las Galerías Lafayette han elegido el mismo modelo en otro color como reclamo para estos días:
Pero no me puedo quejar, ha salido a por pains au chocolat a las siete de la mañana y hemos desayunado juntos, cosa que no hacemos nunca durante la semana. Gracias al santo, por mis abuelos y por tener con quién no celebrarlo.
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