No hay cosa más parisina, por lo menos estos últimos años, que quedar con amigos "pour aller bruncher quelque part". Es decir, quedar a las 12/13/14h en algún restaurante/bar/brasserie, muchísimo mejor si el sitio está lleno de gente, para tomarte un té/café/colacao, comer algo dulce/salado/mezcla de ambos por el módico precio de 20/25/30 euros.
Reconozco que disfrutaba de la salida pero tenía siempre la sensación de perder medio domingo en los brunchs. Luego intercambiaba las mejores direcciones; las mejores mermeladas, los zumos no de botella, los huevos bio (ecológicos), los muffins de chocolate, el café ilimitado, los niños bienvenidos, son todo criterios de elección fundamentales... Porque con el éxito que tenían no había barrio que no tuviera un amplio abanico de opciones.
Hoy no hemos ido a ningún brunch del Marais parisino, esta mañana nos hemos levantado, nos hemos preparado unos bocadillos y nos hemos subido a un monte, el Tête de Chien, por encima de Cap d'Ail y el Principado de Mónaco, con unas vistas magníficas sobre toda la costa.
Cuando hemos vuelto a casa, cansados, felices y relajados por el solecito que nos ha ido dando todo el camino, nos hemos alegrado en silencio del momento único del que hemos disfrutado.
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